Octubre - Cuarta entrega

Sentí que estuve una eternidad bajo aquella capa que separaba su piel del mundo exterior. Estaba hipnotizado por la suavidad que sentía, por la pureza que entrañaba y por el calor que emitía. Era como si mi mano y su espalda tuvieran una conversación de aventuras lejanas, parecían viejas amigas que se encuentran luego de un largo rato sin hablar y se cuentan todas sus historias. Cuando pude volver en mi, mi cabeza comenzó a crear diferentes hipótesis de situaciones y sus posibles reacciones frente a mis actos. Comencé a dudar y en algún momento no supe que hacer. El tiempo no era mi amigo, muy pocas veces lo ha sido, simplemente dejaba que mi mano siguiera su juego haciéndole sentir que yo seguía presente mientras yo decidía que hacer. Quise dejarme llevar por el momento, siempre teniendo esa parte racional que no me abandona, y poco a poco me fui acercando al cuerpo horizontal de la mujer que más he deseado en mi vida. Ya eran las dos manos las que acariciaban aquel ser y mi cabeza estaba casi sobre la de ella esperando el momento de valentía y de nunca olvidar.

En algunos momentos de la noche, mis pensamientos abandonaban el encuentro en esa habitación y pensaban en el pasado. Me transportaba a recuerdos que contradecían completamente a lo que estaba aconteciendo y surgían muchas preguntas, obviamente no era correcto hacerlas en ese instante. Volví en el tiempo a una noche similar a esta, solo que en esa la luz se hacía presente y contábamos con la compañía de un televisor, no obstante mi mano izquierda se sintió con el coraje suficiente para acariciarla y llegar a logares donde nadie antes había llegado. Aquella vez recorrí su espalda, su cabello, su cuello, su boca… solo con mi mano.

Para lo que habíamos vivido, lo de esa noche era un gran avance para mi. Mi cuerpo entero se fue acercando de a poco al suyo, iba dejando mi territorio para entrar en su espacio. Mis manos no dejaban de moverse y de alguna forma mi respiración le indicaban a ella mi posición. Yo solo esperaba una palabra, un gesto, un movimiento que me indicara que debía detenerme, pero no lo hubo. Seguí acercándome hasta sentir que mi cabeza estaba lo suficientemente cerca para encontrar lo que tanto tiempo había buscado.

Sentía que respiraba de manera veloz y sus pulsaciones estaban por encima de lo normal. De alguna forma pensaba que ella se estaba preparando para recibir lo que yo quería brindarle, pensaba que tenía su permiso para seguir y que ella diría o haría algo que me impulsara aún más. Fue en ese momento cuando mi boca se acercó a su frente, fue en ese momento cuando mis labios se acercaron a ella, rozaron el límite entre cabello y piel y se alejaron de nuevo. Esperé un rato. Mientras, mis manos seguían coqueteando con su pelo, con sus brazos, con sus manos, nunca las dejé quietas. Acerqué de nuevo mi boca a su cara, esta vez la posé sobre sus ojos cerrados. Ese pequeño instante duró para mi lo que dura una caída en el vacío. No dejé pasar mucho tiempo para besar sus mejillas. Con una de mis manos recorrí sus brazos y noté que sus manos cubrían tímidamente su boca. Con cierta diplomacia pedía permiso para desprender sus manos y tener un mejor acceso a su miel.

Fue casi una lucha, de alguna forma dejé entrar la ansiedad a la riña y casi convierte la travesura en agresividad. Quería desesperadamente su boca completa, pero sus guardianas no dejaron que eso ocurriera. Me resigné, simplemente volví al jugueteo y busqué un rincón, un pequeño pedazo de cielo puesto en su rostro y valiéndome del tacto ubiqué un pequeño espacio al lado de sus manos. Tierna y muy lentamente, fui resbalando hasta llegar a su boca. En ese momento, mis labios tocaron por primera y única vez los suyos. Fue un momento que duro pocos segundos pero que aún existe en mi mente. Fue un momento con el que había soñado tanto y que por fin veía cumplido. Fue un momento único en la vida, no solo por lo anhelado sino porque no volvería a suceder.