Amiga de un rato

Pudiste ser mi amor, la única mujer a la que quería mirar,
pero preferiste el adiós, una despedida un  poco vulgar

Fue un placer conocerte, ver tu hermosa sonrisa,
El placer se fundió inerte, se fue rápido con la brisa.

Tu belleza me impactó, me dejó bobo,
Me robó el corazón.

Quería tenerte conmigo para siempre, ser tu amante, tu ilusión.
Pensaba estar contigo, no dejar nada a la razón.

Decidiste que no era posible, que era otro más,
Querías algo lógico, tangible, real.

Pudiste ser mi alma, hacer conmigo un trato,
Sin embargo no pudiste, quedaste como amiga de un rato.

Ojalá estas palabras no existieran, ojalá mis manos estuvieran ocupadas con las tuyas.
Pero no puedo evitarlo, no puedo impedir que huyas.

La historia del amor que no fue… de nuevo

La última vez que me enamoré pensé que sería justamente eso, la última vez. Conocer a una persona, darse cuenta de lo espectacular que es para luego perderla causa un dolor muy profundo. Por eso, en ese momento, dije que sería la última vez, no volverían las lágrimas, ni los malos pensamientos, ni el despecho. Desde ese momento, enfocaría mis esfuerzos en conquistar mujeres sin dejar que arruinaran mi corazón. ¡Ja! Que ingenuo fui.

Durante un tiempo el plan funcionó a la perfección. Tuve una relación seria, pero desde antes de comenzarla yo tenía la certeza que se acabaría. Tal vez por cosas como estas es que duele lo que duele hoy día. Fue una relación bonita, la más larga de mi vida y en la cual compartí momentos muy especiales con esa persona. Sin embargo, sabía que no había amor. Y donde no hay amor, el tiempo pasa, simplemente pasa.

Otro corazón roto después, vino una pequeña aventura que solo se basó en una relación corporal. Un intercambio de ideas de vez en cuando, besos poco apasionados, pasión frenada. Y todo, siempre, en la intimidad de una habitación. Nada especial ahí. El plan de no volver a dejar que rompieran en millones mis ilusiones marchaba según lo planeado. Y para completar, de repente apareció una oportunidad que mejoraría sustancialmente el panorama. Una mudanza. Un cambio de vida por completo, pero temporal, que haría de mi vida mejor por lo menos un breve espacio de tiempo.

Comenzar de cero en otra ciudad, conocer gente nueva, no entregar mi corazón. ¡Perfecto! Era la situación ideal. Solo que no imaginé que la soledad a la distancia podría ser tan dura. Porque una cosa es estar solo en tu apartamento sabiendo que tus amigos y familia están cerca y otra muy diferente es tener, incluso, el tiempo en tu contra. Aún así, sentí que me estaba desenvolviendo bien en esta nueva vida. En efecto, estaba conociendo lugares, gente, adaptándome a mi trabajo, al idioma, a la cultura. Los momentos más difíciles se fueron convirtiendo en espacios de encuentros conmigo mismo y aprendí a vivirlos.

Estaba bien. E iba a estar mejor. Inevitablemente llegaron las vacaciones, que casualmente fueron en verano, y en las cuales estaba pensando desde hace un buen rato. Tiempo para pasar con familia y amigos. Tiempo que en la vida normal nunca piensas aprovechar de la forma como lo aprovechas cuando sabes que tienes poco. Tiempo en el que nunca esperas que pase algo extraordinario.

Hasta que te conocí. Venías precedida de muy buenas referencias de parte de una de las personas que más admiro y confío. Ya solo con eso te ganaste un pedazo de mi corazón. La primera parte de esta historia de dos fue corta. Una cena, charla, risas, amigos, baile, cuerpos, ritmo, alcohol. Una mirada que me robaba el alma y una sonrisa que me elevaba al cielo. Un complemento de elementos incluidos en un cuerpo y una mente que fascinaban. El encuentro corto terminó una mañana con extraños como testigos. Salí de aquel lugar con una inquietud a la cual, hoy día, no le encuentro explicación.

Logramos comunicarnos y mantener nuestra conversación a la distancia. Caritas, chistes, experiencias, novedades, creencias. Todas estas cosas hacían parte de nuestros diálogos. No nos aburríamos de mirar la pantalla del teléfono a la espera de que el otro contestara lo que recién habíamos dicho. No era una relación, solamente una amistad en construcción…

La segunda parte de esta historia, que no fue, comienza también con una cena, pero también con una intención. Cada vez más creía en la espectacular e increíble mujer que eras y cada palabra de cada conversación simplemente lo probaba. Tus convicciones, tus experiencias, tus pasiones, tus desilusiones me llenaban. Me estaban haciendo sentir como hace mucho tiempo no me sentía. Me inspiraban a escribir, algo que hace largo rato no sucedía. Este encuentro estuvo marcado por la intimidad, por una sincera conversación con el vino como testigo. Con un baile solo para nosotros. Solo dos corazones latiendo, siendo ellos mismos. Dos manos que se recorrían, entrelazaban y se buscaban. Dos pares de labios que finalmente se encontraron y llegaron al cielo. Dos cuerpos juntos, cansados, bañados en sudor, pero satisfechos. Una corta siesta que terminó en otra conversación. ¡Maldita sea la suerte! Terminó una de las mejores noches vividas en un buen tiempo.

Tus palabras me ilusionaron, tu forma de ser me enamoró, tu inteligencia te elevó y tus caricias me llenaron. Miraba tu foto con suspiros, me preguntaba qué había pasado, me preguntaba por qué en tan poco tiempo había llegado a sentir tanto, me preguntaba por qué tenía que pasar esto ahora. Justo ahora…

Debí ser egoísta, decir que no importa, que lo podemos lograr. Pero preferí tu tranquilidad. Tu tranquilidad es mejor que mi felicidad, que mi bienestar. Sin darme cuenta el plan de no volver a sentir no funcionó, se murió, desfalleció. Y me llevó consigo. Ahora tomará tiempo, pero eventualmente volveré a ser aquel hombre insensible del que alcancé a olvidarme.

Así se cierra, de nuevo, una historia de amor que no fue. Una historia que quiso escribirse, pero no encontró papel.