Te amo de a raticos



Te amo de a raticos porque es lo que me dejas amarte
Te amo de a raticos porque es lo que quiero amarte
Te amo de a raticos porque es lo que quieres
Te amo de a raticos, no desesperes.

Te amo de a raticos por la noches
Te amo de a raticos sin que sepas
Te amo de a raticos y sin derroches
Te amo de a raticos y sin espera.

En mi mente habitas, en un rincón
A la espera de mi seña, de un amor
Te llamo de cuando en vez, murmuro
Grito en silencio tu nombre, suspiro.

Tu sonrisa ilumina la ilusión
Tu tacto engrandece la emoción
Tu voz clama por atención
Tus palabra me dejan sin voz.

De la mujer y otros misterios... Parte 3

concluyamos...

¿Debía llamarla al día siguiente? ¿Hacer algo más impersonal y enviarle un mensaje a través del celular? ¿Cuánto tiempo esperar para el siguiente contacto? No quise ser intenso o demostrar mis sentimientos (sí, ya existían algunos) tan apresuradamente. Dejé que el tiempo pasara, no mucho, para un nuevo contacto, para concretar una nueva cita. Dado que ya habíamos salido una vez y que tenía su número pensé que lo más adecuado era llamarla, preguntar cómo estaba, cómo la había pasado en nuestra reunión y si querría salir de nuevo. Timbró una vez... dos veces... tres veces... cuatro veces... mientras escuchaba el típico sonido del teléfono en la espera, repasé en varias ocasiones el guión de la charla. Me contestó su buzón de mensaje. - Jummmmm, ha de estar ocupada. O debió dejar su telefóno en algún lado, dado que es sábado - Me dí alientos a mi mismo para dejar pasar unos cuantos minutos y llamar de nuevo, obtuve los mismos resultados.

Pasaron un par de días y no volví a saber de ella. Ocasionalmente le enviaba mensajes que se perdían en el tiempo y que nunca encontraron letras que les correspondieran. De vez en cuando perdía la esperanza de lograr aquello que tanto había anhelado y otras veces recuperaba la fé de que sucedería. Los días siguieron pasando. Mis intentos empezaron a cesar. Enviar palabras a un profundo abismo sin paracaídas se volvió un deporte extremo en mi cotidianidad. Esperar una respuesta suya, una llamada milagrosa o un encuentro aún más extraño le daban vida a esa pequeña llama que por alguna razón se mantenía encendida en algún lugar del inmenso recuerdo.

Era un mensaje como cualquier otro pero por alguna razón sobre este si contestó. Fui directo. Le pregunté si quería salir de nuevo a lo que respondió que encantadísima pero que la fecha que yo le proponía no le servía. En un mismo instante me llevó al cielo y me dejó caer. - Está bien - Le dije y quise asegurar un nueva cita. - Te parece si nos vemos este fin de semana? - Me contestó algo relacionado con un viaje que tenía que hacer justo ese fin de semana. Suspiré y pensé en por qué no simplemente me decía que no la molestara más y ya. Un mensaje directo y claro. Pero no, dejaba la puerta abierta a mi ilusión y a la tentación de volverla a llamar o volverle a escribir.

Llegó aquel fin de semana. Tome la decisión de escribirle o llamarla tanto como fuera necesario hasta que saliéramos de nuevo. Envié el primer mensaje, esperé, respondió.
- No, no viajé. No se dió lo que teníamos planeado.
- Vale, que bueno. Te parece si nos vemos?
- Lo siento, estoy ocupada ahora.
- Y si nos tomamos algo luego?
- Ya tengo planes.
- Ok.

Me quedé en silencio mirando la pantalla de mi celular decidiendo qué hacer. La primera determinación fue no decir más en ese momento. Lo segundo, luego de pasados cinco minutos, fue cerrar la conversación. Miré su nombre en la pantalla de contactos, presioné un botón de mi celular - Está seguro que desea eliminar el contacto? - Acepté.

De la mujer y otros misterios... Parte 2

continuemos...

El íncipido y poco profundo mensaje tenía un propósito fundamental: reestablecer contacto. Y lo logró. Gracias a la tecnológía actual, mantuvimos un par de conversaciones sin necesidad de decir palabra alguna y dándome espacio y tiempo para pensar las cosas antes de decirlas, aunque prefiero ser de los que dicen las cosas tal cual vienen a la cabeza. En uno de esos intercambios de mensajes llegó el momento de invitarla a salir obteniendo como resultado un, muy increíble para mí, sí. Sólo eso, ese pequeño instante de la vida iluminó mi existencia la misma fracción de tiempo.

Para definir los detalles de nuestro encuentro personal pensé que era buena opción llamarla directamente y de paso escuchar esa armoniosa voz que me cautivó tanto como sus ojos. Imaginé esa llamada varias veces, dibujé en mi mente los posibles escenarios que podrían surgir y la manera de darles pronta respuesta a sus inquietudes, y a las mias. ¿A dónde ir? ¿Café, cerveza, tal vez algo más fuerte? ¿Ir a cenar, ir a bailar? Decidí, como pocas veces lo he hecho en mi vida, simplemente improvisar, dejar que la conversación fluyera y que los resultados se fueran presentando a medida que nuestras ideas se presentaran. Tomé mi teléfono, busqué su número, marqué. Primer tono... Segundo tono... Tercer tono...

- Hola?
- Hola! Soy Mateo. ¿Cómo estás?
- Hola! Muy bien, gracias. ¿Y tú?
- Muy bien. Te llamo para cuadrar la salida que tenemos pendiente (risita nerviosa). ¿Te parece si nos vemos mañana en la noche?
- ¿Mañana en la noche? No puedo, tengo un viaje, salgo mañana en la tarde. - En este momento apareció aquel fantasma riéndo burlonamente y diciéndome "te lo dije" - Pero tengo tiempo hoy, ¿te parece si nos vemos hoy? - Toma eso, en tu cara estúpido fantasma.
- Por supuesto! Nos vemos en la esquina a las 8, ¿te parece?
- Perfecto. Nos vemos más tarde. - Otro pequeño instante de iluminación.

Salí tranquilamente al encuentro con aquella mujer. Me sentí aliviado, muy aliviado. Tranquilo. Caminé despacio, caminé pensando en lo que sería nuestra conversación, programando los temas que quería tocar con ella y que me hicieran parecer interesante sin llegar a ser prepotente, bueno tal vez un poco. En un par de ocasiones durante el camino no podía creer que esta salida fuera a tener lugar, fuera a ocurrir. Algo tan irrelevante para muchos era para mí un paso gigante para obtener algo que durante toda la vida he deseado pero que nunca he logrado: estar con una mujer que realmente me guste.

Llegué al lugar indicado para el encuentro con diez minutos de anticipación. Perfecto, lo último que querría era que ella tuviese que esperar. Quince minutos después la ví venir. No pude evitar que mi rostro creara una sonrisa que ella correspondió. Nos saludamos, entramos al sitio que habíamos elegido y nos sentamos en una mesa cerca a la salida. Conversamos. Reímos. Coincidimos. Bebimos. Conocer a esta mujer y saber que compartíamos la visión de la vida de manera tan similar me llevó a imaginar muchas cosas. Me llevó al futuro con ella. Estúpido, era sólo una primera noche.

Luego de un par de cervezas salimos de aquel sitio que había sido testigo de una conversación interesante pero nada comprometedora. Tomamos un taxi, llegamos a su casa, observé como abría la puerta, entraba y la cerraba. Seguí hacia mi hogar. Acordamos en salir de nuevo.

Dormí plácidamente.

De la mujer y otros misterios... Parte 1

"Del amor y otros demonios". Así titula Gabo uno de sus tantos libros y en el cual narra la historia de un amor casi imposible entre un miembro de la comunidad religiosa y una niña hija de una familia semi noble (si se me permite el término) que fue prácticamente criada por la comunidad de esclavos que hacían parte de los sirvientes de su padre. Me gusta tanto el título del libro, un poco más que su contenido, que quise emularlo a "De la mujer y otros misterios..." para contar una pequeña historia que refleja el gran desconocimiento que tengo sobre el género femenino.

Empezaré por decir que me encantan las mujeres aunque eso no necesariamente me hace un galán. De hecho si hago una comparación de mis conquistas exitosas contra mis fracasos, estos últimos superan ampliamente a los primeros. A pesar de ese enorme gusto que guardo hacia las mujeres, son muy pocas las que realmente me han llevado a ese lugar donde sueño con ellas y me inspiran a inscribir. Y bueno, si estoy escribiendo es porque alguna de ellas apareció...

Hace no mucho tiempo atrás, en una reunión de viejos conocidos, me reencontré con la mujer que durante mi estadía en la universidad llamó mi atención más que cualquier otra. Creo que recuerdo el primer día que la conocí: llevaba jeans descaderados un poco desfachatados y su pelo poseía una zona rosa que contrastaba con el resto oscuro y su piel blanca. En ese momento, como me pasa con todas las mujeres, pensé que era una belleza y hasta ahí. Tiempo después me enteré que estudiábamos lo mismo y, eventualmente, tomamos un par de clases juntos. En alguna de esas teníamos que realizar un ejercicio matemático. Terminé el mio y al ver que ella estaba en problemas me levanté de mi silla, caminé prepotentemente hacia su lugar y le ofrecí mi ayuda. No pude hacer el ejercicio. Ella muy cordialmente sonrió y prefirió llamar a la profesora.

El siguiente recuerdo que me viene a la cabeza fue de algún viernes. Unos amigos y yo estábamos tomando ron camuflado en botellas de Coca Cola y, cuando se habían ido unos buenos tragos, me enteré que aquella muchacha jugaba al fútbol y que estaba dispustando un partido en ese instante. El casanova que llevo dentro y que sale especialmente cuando estoy ebrio se apoderó de mi y con mi grupo de amigos nos dirigimos a las canchas a ver tan magno evento: un partido de fútbol entre mujeres.

Allí estaba ella. Al lado de la cancha esperando su turno para jugar. Tenía el número 8 en la espalda (tanto así me acuerdo). Cuando entró, yo no hacía más que pedirle a las otras jugadoras que no me la lastimaran, que le jugaran suave y casi que la ovacionaba cuando hacía una jugada, cualquiera que fuera. Yo no tenía vergüenza. Todavía no la tengo en algunas situaciones. Creo que fue ese mismo día cuando me asome a través de una ventana que estaba a casi tres metros del suelo para verla cuando estaba en clase... Sí, creo que estaba "tragao" de aquella niña.

Volviendo a nuestra reunión de viejos conocidos, luego de hablar con ella intercambiamos números de teléfonos para vernos en algún momento. Y por un buen tiempo ese número estuvo guardado en mi celular, siendo repasado muy de vez en cuando, asaltando mi cabeza con la duda de llamarla o no. Nunca lo hice. Fui más sutil. Mucho tiempo después le envié un mensaje.

Resignación

Lo siento, de verdad, pero no puedo hacer esto. No puedo decirte que sueño contigo, no puedo decirte que pienso constantemente en tí. Tu corazón ya tiene dueño, y aunque lo tiene abandonado, no puedo reservar si quiera un pequeño espacio.

Lo siento, de verdad, lo siento porque pensé que podía llegar a quererte mucho, pensé que podría llegar a amarte. Imaginaba con tenerte, sujetar tu mano, acariciar tu cuerpo, besar tus labios y hacerte el amor. Imaginaba con recorrer lentamente tu cuerpo y que de la pasión dijeras mi nombre. Lo quería tanto que intenté decírtelo, afortunadamente no se presentó la ocasión. Ya sobre estas líneas quiero que lo sepas, que aunque no puedo estar contigo siempre soñaré contigo.

Sin ti sencillamente no es lo mismo, así lo puedo resumir.