De la mujer y otros misterios... Parte 3

concluyamos...

¿Debía llamarla al día siguiente? ¿Hacer algo más impersonal y enviarle un mensaje a través del celular? ¿Cuánto tiempo esperar para el siguiente contacto? No quise ser intenso o demostrar mis sentimientos (sí, ya existían algunos) tan apresuradamente. Dejé que el tiempo pasara, no mucho, para un nuevo contacto, para concretar una nueva cita. Dado que ya habíamos salido una vez y que tenía su número pensé que lo más adecuado era llamarla, preguntar cómo estaba, cómo la había pasado en nuestra reunión y si querría salir de nuevo. Timbró una vez... dos veces... tres veces... cuatro veces... mientras escuchaba el típico sonido del teléfono en la espera, repasé en varias ocasiones el guión de la charla. Me contestó su buzón de mensaje. - Jummmmm, ha de estar ocupada. O debió dejar su telefóno en algún lado, dado que es sábado - Me dí alientos a mi mismo para dejar pasar unos cuantos minutos y llamar de nuevo, obtuve los mismos resultados.

Pasaron un par de días y no volví a saber de ella. Ocasionalmente le enviaba mensajes que se perdían en el tiempo y que nunca encontraron letras que les correspondieran. De vez en cuando perdía la esperanza de lograr aquello que tanto había anhelado y otras veces recuperaba la fé de que sucedería. Los días siguieron pasando. Mis intentos empezaron a cesar. Enviar palabras a un profundo abismo sin paracaídas se volvió un deporte extremo en mi cotidianidad. Esperar una respuesta suya, una llamada milagrosa o un encuentro aún más extraño le daban vida a esa pequeña llama que por alguna razón se mantenía encendida en algún lugar del inmenso recuerdo.

Era un mensaje como cualquier otro pero por alguna razón sobre este si contestó. Fui directo. Le pregunté si quería salir de nuevo a lo que respondió que encantadísima pero que la fecha que yo le proponía no le servía. En un mismo instante me llevó al cielo y me dejó caer. - Está bien - Le dije y quise asegurar un nueva cita. - Te parece si nos vemos este fin de semana? - Me contestó algo relacionado con un viaje que tenía que hacer justo ese fin de semana. Suspiré y pensé en por qué no simplemente me decía que no la molestara más y ya. Un mensaje directo y claro. Pero no, dejaba la puerta abierta a mi ilusión y a la tentación de volverla a llamar o volverle a escribir.

Llegó aquel fin de semana. Tome la decisión de escribirle o llamarla tanto como fuera necesario hasta que saliéramos de nuevo. Envié el primer mensaje, esperé, respondió.
- No, no viajé. No se dió lo que teníamos planeado.
- Vale, que bueno. Te parece si nos vemos?
- Lo siento, estoy ocupada ahora.
- Y si nos tomamos algo luego?
- Ya tengo planes.
- Ok.

Me quedé en silencio mirando la pantalla de mi celular decidiendo qué hacer. La primera determinación fue no decir más en ese momento. Lo segundo, luego de pasados cinco minutos, fue cerrar la conversación. Miré su nombre en la pantalla de contactos, presioné un botón de mi celular - Está seguro que desea eliminar el contacto? - Acepté.

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